28 de diciembre de 2010

Ya no fuimos nadie.

De entrada, sé que este 2010 no fue cosa fácil, ya son casi 3 los meses en que no escribí aquí ni una sola línea; un año más bien flojo y perezoso en lo que aquí a la suscrita, respecta. Este año cerró con broche de oro; el país se inunda bajo las inclementes fuerzas de la naturaleza y me arruinó mis vacaciones al parque Tayrona que con tanta anticipación organicé, aunque no por todo dejé de pasarla bien, mientras veía la lluvia caer en las bonitas playas del Caribe. No fueron muchos los logros y el éxito se presentó de a poquitos, como si lo tuviera que saborear en cómodas cuotas. A veces pienso que en medio de todo, la L de loser se atenuó un poco más en mi frente. Se va el 2010 y quedo en las mismas, con ganas de iniciar nuevos proyectos, hasta cambiar de profesión, y obviamente seguir alimentando este lugarcito que tantas cosas agradables me ha traído. No hay que ser desagradecido, darle vida a esta pendejada de diatriba que surgió una noche de insomnio resultó un remedio infalible contra el ocio.
Y ya se está volviendo costumbre escribir una entrada de despedida de fin de año, procedo a hacerla. Sé que les importa un bledo lo que suceda en mi aburrida vida, pero no teniendo más en la cabeza, este es un recuento lisonjero de este año que se va en la vida de su humilde servidora.

En este 2010:
No conseguí un nuevo trabajo; hice nuevas amistades; bañé por primera vez al gato; salí de Bogotá muy pocas veces; tuve tres psiquiatras nuevos; leí a Florence Thomas y sus “conversaciones con violeta”; me volví a endeudar; batí récord en gripas; boté 3 celulares; me vacunaron del tétano; me reportaron en Datacrédito; compré otro computador; me mandaron a la mierda; mandé a la mierda; empecé tratamiento de ortodoncia; pasé de chiripa al taller de cuento; dije cuantos pares eran tres moscas; mentí de la forma más sutil; tuve mi primera entrevista de trabajo; leí muchos libros; me reencontré con viejas amistades; perdí bonitas amistades; escribí muy malas cosas; empecé un diplomado; llené de virus el computador; se me hizo tarde casi todas las mañanas; eché a mi papá de la casa; emborraché por primera vez a mi primo, el santurrón de la familia; volví a ver a un viejo amor; me disfracé de Betty Boop; volví a fumar; dejé de escribir en el blog; empecé clases de francés; perdí buenas oportunidades; abrí cuenta en Twitter; fui gratis a la feria del libro dos veces; se me dañó el televisor gordito y el DVD; cambié de habitación; salí de pelea con la música y con la literatura; me estoy reconciliando con ambas; escribí; me robé varios libros con o sin querer; olvidé cumpleaños y celebraciones; comprobé otra vez que no puedo con las masas; me morbosearon; morboseé; caminé sin rumbo; perdí contactos; fui a un encuentro de egresados de la universidad; me cobraron plata que debía cuando estaba en el colegio; me insolé y quedé alumbrando; no terminé de leer Rayuela; probé los mejores mojitos del mundo hechos por un argentino; me echaron los perros; me enamoré de Lolita y de Navokob también; perfeccioné mi inglés pero me fue mal en el examen; no llegué a dormir a la casa; boté plata de forma estúpida; dejé el hábito de leer el periódico todos los días; dejé libros sin terminar; releí otros; me volví más insensible; quedé mal; no ahorré dinero; escribí entradas para el blog que nunca me atreví a publicar; perdí mi status Quo; le hice la vida imposible a alguien; descubrí cosas paila en la familia; di mi primera clase; conocí en Facebook a algunos blogueros; tuve acné como una adolescente; me bebí un vino de reserva y que conservaba cuidadosamente; di malos consejos; acampé; denuncié abusos y escribí sugerencias; tuve emociones fuertes; fui buen y mal ejemplo; compré una cama semidoble; perdí tiempo; no hice nada; sentí la decadencia a flor de piel; me gustó; extrañé el blog; encontré la forma en que me voy a gastar mis cesantías; contemplé irme de niñera a EEUU ¿? ; no puse para la vaca; tomé antidepresivos; me trataron mal; me echaron flores; caminé por el Chorro de Quevedo hasta el amanecer; me traicionaron; traicioné; salí de juerga con mis primos como hacía años no lo hacía; me nombraron madrina de un matrimonio; le cogí fastidio al atún, a los huevos de codorniz y a las aguas aromáticas; tomé licor legal con sospechas que era adulterado; no me vi la teletón porque en otro canal estaban dando una buena película; voté por Mockus; jugué a la lleva; fui al homeópata y me hicieron acupuntura; pedí perdón varias veces; dije mil veces h-i-j-u-e-p-u-t-a; leí sus blogs; no comenté; me separé de mi prima con la que vivía; renuncié por completo a la carne roja; fui maquiavélica; compré un libro de cocteles; escribí algunos sueños; me pusieron gafas; me subí a un bus sin pagar; y a Transmilenio también; mi autoestima no subió; leí por fin completo "cien años de soledad"; salí corriendo detrás de alguien; me dejaron plantada; dejé plantado; me invitaron a un concierto de Bomba Estéreo y me gustó; me corté el pelo sólo una vez; regalé cosas viejas; no me cambié de casa; perdí apuestas; me hice la loca; fui sincera aunque doliera; me corcharon varias veces; pensé que estaba loca; nunca me pinté las uñas; conocí el famoso Full 80´s y me tumbaron allá; estuve en antros de mala muerte y la pasé bien; escribí un artículo sobre feminismo con una profesora de la universidad; fui lambona a mi conveniencia; …Y sufrí de una inexplicable pereza mental durante todo el año.

Pero que hijuemadres, ya llegará el 2011 que espero sea mejor, pues a pesar de mi ineludible repudio a las supersticiones, el 11 es mi número de la suerte. Así que el 31 me pondré cucos amarillos, comeré las 12 uvas, saldré por toda la cuadra con maletas y rellenaré con lentejas y monedas todos y cada uno de los bolsillos de mi indumentaria, para ver si en el año que viene mejoran más las cosas y el santísimo me hace el milagrito de vivir mejores experiencias para poder contárselas. No siendo más por este año lectivo, no me voy sin despedirme y desearles un feliz año a todos los que leen estas superfluas letras y acompañaron mi inconstante actividad bloguera.

Como aviso parroquial, no hay que olvidar que hay compatriotas que no puden celebrar con júbilo estas fechas; se convirtieron  en víctimas de este torrencial invierno que jodió a el país entero y lo perdieron todo. Mi invitación es a cooperar en la noble causa, esta vaina se nos salió de las manos.

Nos reencontraremos el otro año, y espero, con más disciplina.

¡Felices fiestas!

3 de octubre de 2010

Látigo, látigo, látigo.

Buenas noches mis queridos lectores. Volví después de unos largos meses de ausencia sin justificación. No vayan a pensar (por el título del post) que mi abandono bloguero se dio por una alienante inmersión en el mundo del  sadomasoquismo del que no podía huir, y que me tuvo aprisionada buscando placeres lascivos y cosas de esas. (De ser así, poco o nada debería importarles) No. El Látigo, látigo látigo es porque hace poco me acordé de un popular programa del cual yo era telvidente fiel, y se llamaba "las Marías" que trataba sobre las diferentes situaciones que una monjitas chocolocas vivían en un convento y solían utilizar la frase que da el título a mi entrada, cuando algo se les salía de los cánones de su Status Quo. Entonces, decidí robarla. Tampoco es que me haya inclaustrado en el convento de las madres Carmelitas, no, sólamente vengo a dar unos latigazos de regreso; porque llegué así después de unos meses sabáticos y porque como no tengo quién me escuche, decidí hacer una catarsis en el blog, repartiendo rejo a todo el que se me atraviese. Por ello, y sin más preámbulos, inicio mi sesión de  latigazos, repartiendo fuete ventiao'  a cualquier cosa:


-Látigo, látigo, látigo para la libertad de expresión. Porque cierto ex asesor de campaña, el cual no quiero nombrar, pretendió callar a un reconocido bloguero, argumentando que sus palabras difamaban de su imagen pública. Más de uno ha sido sentenciado a guardar silencio porque lo que escribe no le gusta a alguien. Al demonio a todos esos que quieren callar las palabras, la opinión, las voces de los que se atreven. Látigo a todos los innombrables.

-Látigo, látigo, látigo para el maldito Twitter, del cual despotriqué y hoy soy una víctima más de sus redes. Por cierto, látigo para mí por abrir una cuenta que se llame @ImNightwriter.

-Látigo, látigo, látigo también a ustedes, si se convierten en mis "followres" (aunque deberían hacer el favor).

-Látigo, látigo, látigo para los psiquíatras y psicólogos, que creen que a punta de antidepresivos uno va a poder salir de la mala, mientras miran por la ventana cuando se les habla. Látigo también para las EPS por poner tan malos profesionales, para que se ocupen de los menesteres mentales que son tan importantes.

-Látigo, látigo, látigo para la ley del primer empleo. Porque aún no consigo trabajo desde que me gradué y tras del hecho, la ley ya no me cobijaría por tener más de 25 años para cuando la aprueben (si es que la aprueban). Látigo entonces por no haber estudiado otra cosa.

-Látigo, látigo, látigo porque ya me cansé de darles excusas, de decirles que no sabía qué escribir aquí.

-Látigo, látigo, látigo porque algunos de los contactos de Facebook, me agregan como amigo para luego sacarme o bloquearme. Látigo a mí por idiota, por aceptarlos.

-Látigo, látigo látigo para los que se creen intelectuales porque leen a Paulo Cohelo y a Walter Riso. 

-Látigo, látigo, látigo porque algunos dirigentes no se acuerdan que la constitución del 91 proclama a Colombia como un estado laico y no católico apostólico y romano. Látigo por que no se acuerdan de la libertad de culto.

-Látigo, látigo, látigo para todos los que si supieron qué hacer con sus vidas y yo no.

-Látigo látigo, látigo para los y las que odian al señor Bukowski.

-Látigo, látigo, látigo  para los cristianos que aún cuando sus vidas eran díscolas y perturbadas, hoy se creen mansas palomas en la compañía de Jesús su salvador. Si, como no.

-Látigo, látigo, látigo a la universidad que sólo manda ofertas de empleo a los ingenieros y piden 3 años de experiencia a los recién graduados.

-Látigo, látigo, látigo para mi billetera porque casi siempre está vacía.

-Látigo, látigo,látigo para algunos mojigatos que todavía se sonrojan cuando pronuncian la palabra "sexo".

-Látigo, látigo, látigo para la hijuemadre musa de la inspiración que me quedé esperando y nunca llegó.

-Látigo, látigo, látigo para mí, por abandonar estas letras por enésima vez, y pasar más de dos meses sin subir ninguna entrada. Látigo por los lectores que perdí.

-Látigo, látigo látigo para el sadomasoquismo y el Marqués de Sade.
  
-Látigo, látigo, látigo porque no hay más. Sólo hay látigo pa' repartir.

-Látigo, látigo, látigo porque sí.

Ahora ¿Tiene usted algún latigazo que adicionar?

13 de julio de 2010

¿Quién quiere ser millonario?

Quiero ser millonaria y poder dedicar el resto de mi vida a viajar, hacer mil cosas y no trabajar. Soñaría tener una cuenta en Suiza con quince mil millones a mi merced, y nunca más pensar en dinero, en esos papelitos verdes que corrompen mentes, compran tiempo y vidas enteras. Estoy cansada de trabajar para otros, y aún así, nunca tener plata y depender de lo que diga el bolsillo. No más. Quiero ser millonaria, así en mi vida haya comprado un Baloto.

Si hubiera tenido la suerte de tener esta vida, pero con privilegios sociales, ser estrato 6 y vivir muy bien, creo que igual, con más ganas también hubiera querido serlo; plata llama plata y por lo mismo, más chance de ganar. Tendría dinero de sobra y quizás me mudaría a algún país del primer mundo, como Francia o algo así.

Conozco de humildes asalariados que no ganan más de 250 dólares al mes, pagan arriendo, colegios, transporte, comida, vestuario y mantienen a 4 personas, y aún así gastan $6000 (ó U.S 3) a la semana, apostándole a la suerte de pegarle a 6 números del 1 al 46, y recibir de una vez por todas unos milloncitos para salir de pobre. Conozco también a muchos ricos que no contentos con tener la suerte de ser ricos, (en un país donde la mayoría de la población es pobre) también anhelan el codiciado premio. He llegado a la conclusión, que todo el mundo sueña o al menos ha pensado con ser millonario algún día y no precisamente gracias al famoso show de la tele, y Colombia es muestra de ello.

Y es que a todos nos gustaría tener plata fácil, así, caidita del cielo. Hace unos años, un hombrecito de aspecto desagradable con bajo perfil y horrorosa melena negra, les dio a los colombianos una falsa esperanza. Puso de moda una cosa que se llamaba pirámide y con eso vendió ilusiones de salir de la pobreza tan hijuemadre. Su nombre era David Murcia, y gracias a esto, él logró ser millonario después de que empezó como mensajero. Estaba volviéndose fácil aspirar a ser rico o al menos acomodado. Funcionó por un tiempo hasta que el Estado se percató del dinero así como así que muchos colombianos lograron recaudar y otros a soñar, y mandó a David Murcia tras las rejas. Lección aprendida: No hay dinero fácil, o de lo contrario todos seríamos millonarios de la noche a la mañana.

Ahora resulta que hubo gente de renombre por ahí, que no aprendió la lección que nos dejó Don Murcia y sus pirámides, y encontró otra forma de hacer dinero más fácil aún: aprovecharse de las amargas experiencias de vida producto del conflicto interno. Actualmente, el secuestro, el eterno flagelo que azota la tranquilidad colombiana también resultó una forma efectiva de hacer negocio, si señor. Se está poniendo de moda ganar unos pesos con esto, como si ser secuestrado hubiera valido la pena.

Una de esas víctimas fue la ex candidata presidencial en el 2002 (que para efectos de este post, llamaremos Madame Betancourt), secuestrada en plena campaña por las Farc durante 6 años, y que impactó al mundo entero. Madame, fue la imagen fehaciente de nuestra situación política y de las grandes violaciones a los derechos humanos a las que se veían sometidos los rehenes. En 2008, después de miles de marchas y manifestaciones sociales, fue liberada gracias a una operación militar que ella misma calificó de “perfecta”. La comunidad internacional respiró tranquila, Madame Betancourt era pieza política para los guerrilleros, y ese día dejó de serlo. El jolgorio de sentirse libre quizás, y el retorno a la vida civil, fue el detonante para maquinar una buena coartada. Esos 6 años no se podían quedar así y 730 días después, decidió demandar al estado alegando irregularidades el día de su plagio.

Madame Betancourt, la supo hacer. Se fue para Francia a continuar con su oligarca vida. Actuó con tal cautela que incluso allá la ovacionaron con galardones de paz, como si en manos de ella hubiera recaído alguna acción pacífica, franceses ingenuos. Incluso, alguna vez se difundió el rumor, de que sería candidata para un Nobel de paz, y que de no ser así, al menos lo merecería. ¿Merecerlo? ¿Qué hizo Madame Betancourt después de su secuestro por los demás secuestrados? Nada. Hace menos de dos semanas regresó a Colombia en conmemoración a la efemérides de su libertad y la de otros 15 connacionales más. Su extraña visita tenía doble cara: por un lado seguir llevando la imagen viva del drama del secuestro y por otra, entregar el documento en el que exigiría al Estado quince mil millones de pesos por sus largos años enclaustrada en la selva bajo la custodia de las Farc.

Colombia se aflige, Colombia se conmociona y sobretodo Colombia revira: No es justo que a partir de simples poderes legales de los que hará usufructo, Madame Betancourt quiera manifestar irregularidades baratas jugando no sólo con el dinero de más de 40 millones de personas (en su mayoría pobres) para pagar su indemnización, sino que utiliza su amarga experiencia como marioneta mediática, en vez de servir de herramienta para ayudar a extinguir el secuestro y lograr la liberación de los que aún permanecen allí. Lo peor, es que detrás de ella ya hay otra fila de ex secuestrados, en el mismo camino. Triste.

Hoy, Madame Betancourt pone en público la duda de su demanda, pero la controversia continúa. La Madame parece hundirse en un fango de contrariedades de que desconciertan a los medios y a los colombianos. En unos meses, en las estanterías de las librerías pululará su testimonio impreso, y unos millonarios chequecitos irán a parar a las hambrientas arcas de la familia Betancourt, pues seguramente se venderán como pan caliente. Parece que 6 años en la selva no sirvieron para afianzar el compromiso con la cooperación en pro de un país que busca exterminar su absurdo conflicto interno y por el contrario, los ex secuestrados se están convirtiendo en figuras hipócritas que arremeten de forma brutal contra el sentimiento de la nación, el ejército y sobre todo de nosotros, los ciudadanos de a pie.

Probablemente Madame Betancourt también era una de esas ricachonas que le pedía el favor a su escolta que le comprara el Baloto y no cogía nada. Pero ahora, encontró una forma fácil de ganarlo, y lo mejor, no tuvo que ir a comprarlo, pues se lo tendríamos que dar nosotros.

Definitivamente el mundo es de los vivos, y yo que creía que la única forma de volverme millonaria, era apostándole a los seis numeritos. Pobre ingenua.

***
Actualización: Julio 15/2010:
Madame Betancourt retiró su demanda, pero Colombia tiene 4 nuevos millonarios ex secuestrados: Gloria Polanco, Orlando Beltrán, Jorge Eduardo Géchem y Consuelo González de Perdomo. ¡Felicitaciones! El estado está a punto de quedarse insolvente.

14 de junio de 2010

Primer nobio* ¿Primer amor?

Mi niñez fue una época solitaria como también lo fue la adolescencia. Por eso será que cuando crecí, conocí el amor tarde. No guardo aún muy buenos recuerdos de esas primeras relaciones y primeros besos, en los que el corazón late a mil cuando el chico se acerca, y las manos comienzan a sudar a chorros, mientras se alcanza una extraña cúspide emocional y el conjuro de hormonas -propias de la época- comienzan a hacer de las suyas. Después de estar por unos cortos momentos en las nubes, se aterriza con el corazón hecho pedazos, y –en mi caso- con un complejo de patito feo a cuestas.

Por eso será que cuando de primeros amores se trata, prefiero devolverme 20 años y recordar aquella vez en que probé las mieles del amor con un chico que nunca me besó, ni me dijo que fuéramos novios, ni me hizo sentir un monstrete, y lo mejor: jamás me partió el corazón. El primer amor fue para mí, el chico ese del jardín que cargaba el apelativo de nobio sin su aprobación, pero que me hacía sentir especial, y pude saber lo bonito que podría ser compartir pequeños momentos de infancia, sabiendo que uno le gustaba al chico, aunque en realidad no fuera así. Una experiencia que sólo se vive una vez, y que después, poco experimenté gracias a los casi 12 años en que mis padres castraron las posibilidades al matricularme en un colegio de monjas sólo para niñas, y de donde recibí mi diploma de bachiller y una plaquita de condecoración por antigüedad. Ahora que lo pienso si, fue mucho aguante.

Ese chico al que precozmente llamé nobio, se llamaba Diego. Al igual que yo, cursaba Transición. Tenía 5 años, varicela, ojos verdes y la cabeza rapada. Diego tenía un hermano, Óscar, un año mayor y era hijo del Señor Gómez y la señora Lucy, conocidos de la profesora-directora del jardín y que nos hacían la ruta a Angélica, (mi prima) a mí y a otros dos niños, en su Renault 9 color rojo cereza y eran dueños de un restaurante en el Park Way de Bogotá, que todavía sobrevive tal cual como en los inicios de los años 90.

Recuerdo que Diego y Óscar, los hermanitos Gómez estaban "enamorados" de nosotras y el sentimiento era mutuo. Desde el principio (según mis vagos recuerdos) él decía que yo era su nobia e intentaba cogerme con timidez la mano en la ruta, jugábamos juntos en el recreo y me daba de sus onces. No había nadie más en ese salón de unos 25 niños, que se interesara por mi paupérrima existencia como Diego lo hacía, ni siquiera mi querida prima.

A Angélica y a mí, mi mamá nos enseñó a leer desde antes de entrar a estudiar y por eso, éramos las más pilas de la clase, y Diego no capaba condecoración y también era de los más listos. Un extraño conjuro, mera coincidencia o simple simpatía y en menos de nada y sin aún recordar bien, yo ya lo creía mi nobio y decía que me gustaba, pero sólo lo sabía Angélica.

Una niña de kínder quería bajarme a Dieguito, se llamba Helena. Ella era morena, de cabello negro y crespo, que siempre usaba medias de lana de colores pastel. Alguna vez le cogió a él la mano y yo los vi tras las escaleras en un recreo; ahí supe por primera vez lo que era una decepción amorosa. Sin embargo, Diego y Helena, no lograron consumar nada, pues Diego seguía aún cogiéndome la mano en el carro y mirándome en las clases mientras nos ponían a colorear mamarrachos en mesas separadas en el salón, y ella estaba en otro curso, con otra profesora y haciendo otras cosas. Una de dos: o Dieguito la sabía hacer y yo era más muy pendeja o de verdad si me prefería a mí.

No necesité decirle nada a Helena para que supiera que Diego era mío; la tierna y primera disputa tácita por un chico estaba ganada. Descubrí que era yo a quien él quería, y que Helena era una buscona porque al final, ella sólo se acercaba a nosotros, para decirle a Angélica que le gustaban sus tenis L.A. Gear nuevos. El chico astuto no sé cómo espantó a la niñita, al tiempo que junto a un amigo y cómplice suyo llamado Gonzalo, cuidaban de nosotras en los recreos, jugábamos cogidos y policías y ladrones con otros niños y nos daban de sus onces. Mientras Oscar, su hermano, llegaba con sus padres a recogernos en las tardes, y Angélica se emocionaba al verle su cabello rubio partido por la mitad, y su uniforme de colegio grande en la puerta del jardín, quitándose a Gonzalo de encima. Yo no sufría por eso, pues disfrutaba de la compañía de Dieguito desde por la mañana.

Llegó el día de mis cumpleaños y mis suegros de ese entonces me regalaron una carterita color blanco y rosa con un bolsillo en el que había estampada una muñequita del mismo color. La tarjeta decía mi nombre con un “De: Diego, Lucy y el señor Gómez”. Ahí creí que era yo quien ocupaba un lugar importante para Dieguito, pues ni aún en el cumpleaños de Angélica, los señores le dieron regalo. Ese privilegio fue sólo mío. Lo de ellos, era una relación más turbia e infructífera. La mía, tenía más futuro.

El día de la clausura final, había un número organizado por los de mi curso, una canción interpretada por todos. Después de un torrencial aguacero, llegó el momento de hacer la presentación final. Dos micrófonos darían el volumen suficiente para que las docenas de padres apreciaran nuestras infantiles voces sincronizadas en una misma melodía. Entonces, Cristina, la profesora, escogió a los chicos que irían al micrófono en la parte de adelante del escenario. En uno de ellos puso a Gonzalo, a un chico cansonsísimo llamado Cristian y a otro que no recuerdo quién carajos era. En el otro, Angélica estaría en la derecha, yo en el centro y a mi lado ¡Diego! Si, mí Diego, el que -obvio- nunca me besó ni me partió corazón. El chico hijo de los señores de la ruta del Renault 9 rojo, dueños de un restaurante del Park Way que todavía existe, que tenía varicela y unos saltones ojos verdes y al que por alguna extraña razón yo consideraba como mi nobio.

Aterrorizada por la magna noticia, salimos al escenario, y en uniforme de gala cantamos la canción. Él, me mira, de cerca me mira, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos. (como diría Cortázar en Rayuela) De repente, siento cómo su diminuta mano busca la mía y la agarra sin pudor alguno, sin importar que estuviésemos frente a un escenario con nuestros padres y detrás de nosotros los chicos del curso mirándonos. Sin dejar de cantar, continuamos con esa mirada de cíclope, sin soltarnos de las manos, agarrados fuerte porque era quizá el último momento, y con una extraña sensación inocente de maripositas chocolocas en el estómago dando vueltas por todo lado. Aún no habían hormonas alborotadas, ni la palabra amor cabía en nuestras mentes. Algo pasajero y hoy sombrío, constituye ese recuerdo del primer nobio, el ingenuo amor de jardín infantil, un sentimiento cálido e inocente que viví cuando apenas empezaba a hacer uso de la razón.

Desde ese día no volví a ver a Diego, pero así conocí esas extrañas emociones irrepetibles que me arrebató la adolescencia, y que tal vez me dejó claro que mas allá de mis traumas posteriores, esa fue quizás mi primera experiencia sentimental,  de la que si guardo un bonito recuerdo. Un sublime sentimiento que en todos despertaría nostalgia.
*Nobio(a): Primer chico o chica de la infancia con el que tuvimos algún tipo de vínculo emocional que se asemejaba a un noviazgo, pero sin los mismos "derechos" reales. De ahí la mala ortografía. (Palabra también vilmente robada a un amigo mío)

17 de abril de 2010

La mente nublada

Estos días no han sido fáciles, mis queridos lectores. Han estado inundados de varias sensaciones de altibajos constantes, dudas existenciales, laborales, filosóficas, literarias, teológicas etc, que no me han permitido poner siquiera una letra aquí. Mi mente ha estado totalmente turbia, nublada, insípida y estéril por razones que aun hoy, 44 días después de la última entrada, trato de comprender. Me he ahogado en pensamientos absurdos, ideas locas, infinidad de dudas, otra cantidad de errores y un buen par de aciertos. He pasado en blanco estos días de receso, sin escribir ni dejar comentarios en los blogs y en parte, apartándome de ese mudo cibernético en el que agonizo; inconscientemente resulté haciendo un alto en el camino y un intento desesperado de organizar mis ideas.

Tengo un ánimo que se mantiene en constante cambio, he llegado a saber qué es la bipolaridad en menos de nada y he tocado la cima de la desesperación. Creí que éste año sería fructífero, se me aclararían las ideas sobre la mentada pregunta de ¿qué voy a hacer con mi vida? He pensado ver psicólogos, psicoanalistas o hasta brujos y/o chamanes para ver si encuentro respuestas a mis existencialismos, pero no he logrado nada. Mi mente no es más que un gran signo de interrogación, manchado, confuso e incomprensible, y mi vida se reduce a simples decisiones que debería tomar y que creo que estoy a tiempo, o tal vez tarde.

No me he ido del todo, no he dejado de leerlos,  por ahí me asomo de vez en cuando a sus espacios y en silencio los leo. Mis escasas palabras llegan al punto de que ni siquiera dejo un comentario. Puedo tener 25 años y habrán en el mundo una cantidad interminable de personas con cosas mucho mas difíciles en qué pensar, pero creo que con lo mío basta y sobra. Cada quién vive los suyo y nadie podrá resolver mis berrinches, así que tendré que hacerlo sola.

Lo malo de estas crísis, es que el lector resulta involucrado en esto, no porque tenga la culpa, sino porque es mala educación dejar el blog ahí abandonado sin muestras de actividad, tal como si su autora se la hubiera comido la tierra. Alguien que al otro lado de la pantalla que llegue aquí, espera encontrar algo; podría imaginarse que aquí se escribía, y que hoy es un terreno baldío y abandonado. Quiero decirle que no es así. No quisiera desertar de esta bitácora, creo que ha traído grandes cosas, pero ténganme paciencia, poco a poco intentaré recobrar mis rutinas, como tantas veces lo he prometido. Tengo a mal contar, unas 20 entradas que he intentado escribir para poner aquí: anécdotas, reflexiones, cartas, comentarios, problemas, soluciones etc. y nada resulta completo porque tengo el gran dilema del inconformismo: nada me gusta o nada me parece.

Reitero en que no está bien no dar señales de vida; algunos me han leído desde mis inicios, y no es justo dejarlos así, pero nunca antes su autora atravesaba por una crisis existencial de tan gran magnitud, donde todo se remonta a un no sé. (Perdón si los aburro) pero creo que es hora de hacer una especie de catarsis para así poder sentirme mejor y continuar dándole vida a este blog.

Hace poco alguien me decía que mantener un blog activo es más difícil de lo que se cree, podrá ser totalmente reconfortante expresar en un espacio virtual varias de las sensaciones de quien detrás de su pantalla escribe estas líneas y todo eso, pero a la vez hay veces en que la cabeza del blogger se nubla, y empiezan a surgir otras prioridades, que no siempre son académicas ni laborales, simplemente existenciales, como es mi caso. Ahí se da uno cuenta, de que si es difícil mantenerlo vivo.

Así que acompañada de una taza de café cargado, vengo a dar señales de humo, con la convicción de que intentaré por todos los medios mantenerme aquí pegada a ustedes. Me siento como si estuviera dándole una charla de auto-superación a un auditorio (que no llenaría más de tres puestos, desde luego) pero necesitaba hacerlo. No todo en la vida es tan chévere y jocoso como debería ser, pero tendremos que seguir adelante.

Voy a seguir cargando mis baterías, a mitigar mis eternos karmas, a despejar mi mente, para que así se me acabe de una vez el nubarrón mental por el que ando. Compréndanme, si no estoy bien mentalmente, y estoy al borde de caer al precipicio existencial, es imposible poner algo coherente en este blog ¿o será que estoy capando manicomio?

Gracias por su eterna paciencia,

Nightwriter.

3 de marzo de 2010

¿Nos estamos volviendo viejos?

En estos últimos dos años, se ha vuelto una tendencia que me inviten a matrimonios, fiestas de niños y baby showers de varios amigos, familiares, compañeros o conocidos. Y yo sólo digo —Mierda ¿Tan joven Fulano y ya en esas? No creo—. Sin embargo, voy al almacén correspondiente y compro el regalo: Una vajilla, un vestidito diminuto talla 0, o un Elmo cosquillas; me pongo la pinta adecuada que toca usar para la ocasión, y asisto con una nerviosa sonrisa. Ahora, recuerdo que hace poco alguien puso en su perfil de Facebook la frase: "Cuando tus compañeros de clases comienzan a poner fotos de perfil de niños, es porque te estás volviendo viejo" y yo vuelvo y digo —¿será cierto? —creo que si, pienso. —¡Mierda! me estoy volviendo vieja y no me había dado cuenta—. Pero, ¿por qué, si todavía yo me siento de lo mas joven?

Y no es que sea una libertina de esas que creen a los 25 estar en la flor de los 15. No, de hecho, ya puedo decir que soy profesional; pobre, vaciada y sin empleo pero profesional. Mis paupérrimos ingresos no alcanzarían para pagar un arriendo, agua, luz y teléfono, ni mucho menos para comprar pañales cada semana, pagar Jardín infantil o lo que es peor, una matrícula de colegio privado. Mis trasnochos son, digamos, voluntarios; momentos en que se me pasa el tiempo navegando en la web, leyendo un entretenido libro o intentando escribir unas cuantas líneas, que al final siempre resultan en la papelera de reciclaje. Pero no creo que en esos momentos, me gustara de mucho pasar la noche en vela bajo esas razones si sé que cuando menos lo espere, un niño romperá en llanto pidiendo de comer, que le cambien el pañal o simplemente porque sí. No señor.

Creo también, que el mundo es muy grande. Son a mal contar, 198 países de los cuales no conozco ni siquiera el 10%, y a los cuales tengo la gana de visitar algún día que el bolsillo me lo permita, quiero llenar por los menos las diez hojas de mi pasaporte antes de que se venza. Si tuviera un hijo, o me caso, o algo similar, no podría gastarme ese dinero en viajes, y tendré que destinarlo a estos menesteres. Si he de llegar a da ese gran paso, consideraré casi como prioridad haber viajado lo suficiente, para luego, invertir  en este importante rubro de la economía de "adulto".

Mi estilo de vida, que no encaja ni en lo decadente ni en lo sensato, mi fracasada profesión, (que todavía me da vueltas en la cabeza la idea de que hice una muy mala elección: ni me gusta la carrera ni me da dinero) mis paupérrimos ingresos que no me alcanzan ni para mantenerme a mí misma, y la sensación de que todavía estoy lo suficientemente joven, no me dejaría dar ese paso en un futuro cercano. Es la insistencia de que todavía me siento algo joven para aquello.

Ahora me pregunto si será que mis amigos, familiares, compañeros o conocidos pensaron en todas estas cosas. Me parece como si fuera ayer, cuando las niñas del colegio me invitaban –por decencia- a sus fiestas de 15, los bebés los tenían nuestras mamás o sus hermanas, los matrimonios eran de los tíos o los vecinos y para todo esto, aunque uno asistiera por derechazo, nunca se preocupaba por el regalo. No creo que el embarazo de Fulana, que estudió conmigo, haya sido en estos días visto con extrañeza, como muy probablemente pasaría hace 10 años cuando andaba en la adolescencia, y no es porque los tiempos cambien –aunque de hecho, cambian- sino porque ahora, las reglas del juego son distintas. Estamos jugando a que ya somos grandes. Me preocupa saber que no puedo eludirlo y que tendré que sentar cabeza próximamente, pero a la vez me tranquiliza saber que al paso que voy, cuando tenga 50 me sentiré de 30, y eso podría ser muy bueno.

También me causa curiosidad enorme, saber qué pensaría mi mamá de todo esto, cuando tenía mi edad.

¿Será que de verdad, si nos estamos volviendo viejos?

***
Y hablando de que el mundo se va a acabar, yo creo que sí. Dos terremotos en un mismo año, seguiditos, casi que uno al mes, es una extraña manifestación de la madre tierra. También se desprende un bloque de hielo del tamaño de Luxemburgo que anda vagando por ahí, en el océano y como si fuera una bendición para curar esos males, se hundió la reelección. Muy bueno por esto último. No nos podría coger el fin del mundo con el mismo presidente. Estas contrariedades son una leve muestra de que esta vaina ahora sí se acabó!

2 de febrero de 2010

Un "Aleluya" demasiado ruidoso

—Aleluyaaaa, aaaaleluya, aleluyaaaa, aaaaleluya.

En vez de sonoros pajaritos cantando encima de las copas de los urapanes bogotanos que podrían acompañar las solitarias mañanas de domingo, esta frase retumba mis oídos sirviéndome de despertador -sagradamente- cada siete días. Son los cantos desafinados de alguien detrás de un micrófono consagrado en un garaje, con unos cuantos gatos feligreses que lo acompañan en sus tonadas alabando al santísimo la profunda fe que le profesan. No hay excepción así sea un primero de enero, o quizás un primero de mayo. El bien llamado pastor, que lleva las riendas de esa iglesia, no tiene vacaciones ninguna semana del consagrado año. Me consta...

Y es que sólo basta con cruzar la calle, y contar 5 casas y/o edificios después de la mía, más exactamente en la otra esquina, donde un viejo y feo edificio en el que siempre han vivido costeños y cuyo descuido en la fachada da plena fe de mi afirmación (de lo feo, no de los costeños); se reúnen los domingos unos cristianos a rezarle a Dios por todos los beneficios obtenidos en la semana. El lugar, de no más de 20 metros cuadrados, que hace unos años sirvió de garaje, y después de una paupérrima tienda, es donde en la actualidad se erige la "Iglesia pentecostal unida de Colombia" y donde el pastor hace alarde de su peculiar talento con altavoces bastante potentes como para que se puedan escuchar en toda una cuadra, sus oraciones a todo pulmón.

El horrible edificio donde funciona la  "iglesia"
(Click en la imágen para verla mas grande)

Un —Aleluyaaaa, aaaaleluya, aleluyaaaa, aaaaleluya—, continúa acompañándome pasada la tarde, al punto de que algunas canciones rondan en mi cabeza si ese domingo, tengo la mala suerte de permanecer en mi humilde morada. Tengo entendido, que a algunos vecinos no les perturba el constante aleluyeo dominical -como me atrevo a llamarlo- porque jamás ponen quejas ni alegan del ruido, ni de los altísimos decibeles a los que son sometidos habiendo a escasas dos cuadras un CAI que puede constatar lo dicho.

Mi prima, una estudiante de décimo semestre de medicina, ha tenido que someterse a esta terapia del santísimo, ya que su cuarto de estudio es en teoría, el mas cercano a la iglesia  y parece diseñado acústicamente para que retumben en él  mas fuerte las canciones de alabanza. Así que en más de un parcial, seguramente habrá tenido que invocar a la  "Virgen María" para que le de puntería, ya que muchas veces el excesivo ruido irrumpe su concentración cuando a la hora de aprenderse músculos, procedimientos y fármacos se trata. He sido testigo de que incluso, le ha tocado desplazarse a la biblioteca "Luis Ángel Arango" para poder estudiar tranquila y sin ruido. Si, aquí se ha intentado manifestar el problema, hemos puesto la queja pero siempre dicen que no se está incumpliendo ninguna norma. No sé si tengan razón, si en teoría estén manejando los decibeles máximos permitidos, pero creo que es una completa exageración al poner en un garaje, -repito-, de no más de 20 metros cuadrados y con no más de 10 personas adentro, un amplificador con micrófono de potencia bárbara como para ambientar un buen bar. Creo, que rayan en lo absurdo, no es necesario ni por demás, a los vecinos que no asistimos a dicha iglesia, ni nos interesa en lo mas mínimo profesar su fe, escuchar cada domingo desde las ocho o nueve de la mañana:

—Aleluyaaaa, aaaaleluya, aleluyaaaa, aaaaleluya.

Si el problema del ruido se extiende en algunos lugares por la bulla que emiten los bares y discotecas cercanos a barrios residenciales, debería haber también un control riguroso a ese tipo de iglesias que igualmente perturban la tranquilidad de los habitantes de un barrio cualquiera. Si llaman a la policía porque un vecino se enrumbó hasta pasadas las cuatro de la mañana y con la "música a todo volumen", también deberían restringir el uso de amplificadores y micrófonos en un lugar que -a decir verdad- no amerita tenerlo. Que quede claro, que no estoy renegando de las iglesias cristianas ni mucho menos, pues no pretendo herir susceptibilidades en materia religiosa, sólo hago énfasis en su su inapropiado modus operandi de profesar fe.


...Llega la noche y por fin, después de un ruidoso domingo descansamos en la profunda paz nocturna propia de este santo día. Quizás la semana transcurra sin ninguna novedad y las rutinas vuelvan de nuevo a apoderarse de los habitantes de esta cuadra. Pero tan pronto llega el sábado, y con él la mañana del domingo, mis oídos no escucharán el suave cantar de unos cuantos pajaritos, sino de nuevo ese aleluyeo dominical que cada siete días le da fin a mis sueños, cuando el pastor enérgicamente comience sus oraciones al santísimo, y unos cuantos gatos feligreses madruguen a acompañarlo en su desentonada sonata para alabar  al señor con un:

—Aleluyaaaa, aaaaleluya, aleluyaaaa, aaaaleluya.

21 de enero de 2010

¡Auxilio, me han robado!

Pasaba enero, mi cerebro andaba de vacaciones y aún no tenía nada qué escribir para este blog. (Quizás eso me podía augurar un mal comienzo). Sin embargo, me hallaba yo en lo más absurdo del ocio, y pronta a cerrar ventanas para desconectarme de la actividad cibernética, cuando mi primo -quien nunca ha tenido la delicadeza de leerme pero sabe perfectamente de la existencia de este blog- curioso, me comentó que se ha tomado el trabajo a veces de buscarlo en Google pero nunca le sale en los resultados. —Eso es raro —dije —Google es -por excelencia- el mejor buscador de la red, en el que es posible encontrar cualquier mínimo detalle consignado en internet.
Así que decidimos escribir en la barra “Opinión Desocupada” a ver qué salía. (después me manifestó que no recordaba bien el nombre del blog)

Según Google, son 382.000 los resultados que coinciden cuando se teclea el nombre de este blog. Imposible y tedioso verlos todos, en realidad lo único importante son los tres o cuatro primeros, el resto es basura. Sin embargo, he de confesar, que me sorprendió cuando vi:

(Click en la imagen para verla más grande)

— ¿Facebook? ¿Piojos? ¿Paulis? ¿Wrote? —Pensé desconcertada.

Di clic y en efecto, el link me llevaba a un grupo de Facebook llamado "EL QUE NO USO CRUZ AZUL CUANDO NIÑO NO TUVO INFANCIA!!" grupo de no más de 25 personas creado hace mas de un año y sin actividad reciente, que dentro de sus "foros" de discusión" una chica, compatriota además, que se hace llamar "Paulis" puso un tema titulado "Opinión desocupada acerca de los piojos" ¿ah?


Imágen de la plagiadora y su "Opinión desocupada"
(Click en la imagen para verla más grande)

Bien, para los lectores antiguos probablemente se acuerden de una entrada consignada en este blog en agosto del 2008 bajo el título de "Epistemología de los piojos" y al leer el tema que "Paulis" publicó en el grupo, me di cuenta que escribe igualito –por no decir idéntico- a mí.

—¡Vaya!, que coincidencia. —Pensé y continué leyendo sorprendida al ver tanta similitud.

Nota:
Querida Paulis: Historias de piojos hay muchísimas como para darle “copy+paste” a un escrito flojo y sin sentido, carente de todo valor. Eso no impide que al poner un simple “CtrlV” en vez de escribir algo que le haya pasado a usted, de un crédito al imbécil desocupado que lo escribió. Gracias.

Señores, creo que me plagiaron sin darme el crédito y tras del hecho le cambiaron el nombre al escrito. Se siente raro, les confieso que me armé de ira porque me sentí robada de frente. Una vez ya lo había manifestado en una entrada diciendo: "prefiero que me roben la billetera en un bus, a que sin pudor alguno roben mis palabras" y es así.

¡Éste es mi blog, esa es mi idea, esas son mis palabras, y no las de Paulis!

Puede parecerle a usted algo inútil el quejarme de esto, puede que en realidad nos sea gran cosa ya que no soy la primera que le pasa; pero esa no es la forma como debería empezar el año. Sólo cuando se siente el hecho de ser vilmente copiada, en las narices, y que ignominiosamente apareciera el plagio en el motor de búsqueda mas concurrido, me pone los pelos de punta. Usted y yo somos vulnerables a lo mismo si somos bloggers. Sinceramente no creí que alguien fuera capaz de hacerlo por la simple razón de que las entradas no es que sean muy buenas que digamos ni lo último en guarachas como para que amerite copiarlas.

No me queda más por hacer que denunciar el plagio de Paulis a mi post, y de antemano poner a todos en conocimiento de que nuestras palabras pueden estar rodando por ahí, en algún lado de la web, con el nombre de otro avivato que quiso dárselas del autor intelectual de tales barrabasadas.

Porque el maldito símbolo de “Creative commons” no está de adorno. Por favor, señores feisbuqueros y plagiadores en general: Respeten la vergüenza ajena. No se necesita ser un genio para escribir barrabasadas.

“¿Piojos? … pero neuronales” Escribió uno de mis aliados en el grupo. ¡Jajaja! (Gracias!)